EL ATARDECER
Los atardeceres tan cálidos y elegantes que son, evocan muchas cosas en mí. Me deleito al verlos y los disfruto desde cualquier lugar, ya sea desde mi ciudad o en alguna playa. Simbolizan el final de un día y el comienzo de otro. Es una nueva posibilidad. Un atardecer me habla al oído del ocaso de la juventud, de llegar a la vejez, pero con luz, con intensidad, con la belleza del cielo azul manchado de naranja. Una vejez con regocijo y con resplandor. Una bella puesta de sol me susurra acerca del final de la existencia, de cruzar aquella puerta para no volver jamás, por lo menos no de este lado de nuestro cielo, de cerrar nuestros ojos para siempre y despertar en otra vida. Partir de este mundo con gozo y con luz alrededor, dejando huella en los corazones de la gente que amamos. Y así como el resplandor que se ve a lo lejos en el horizonte cuando el sol se esconde, que los demás vean el brillo en nuestros rostros cuando digamos adiós. Un atardecer me proclama con voz impetuos